“Y fue tu recuerdo lo que me mantuvo en la cima, fue recordarte lo que me hizo creer que vivía, y fue la nostalgia al recordar tus besos lo que me hizo comprender que ya no solo te quería, te amaba sin condiciones, sin dudas y sin razones. Fue sin embargo el misterio de poseerte lo que me encontré un buen día, incitándome a querer abrir todas esas puertas que me llevasen hacia ti, una tras otra y sin cese hasta encontrar aquella que, al abrirla, me llevase hacia tus manos, hacia tus ojos, hacia tu sonrisa, aquella que me mostrase tu luz, la cálida e incluso abrasante luz que sedujo cada parte de mi mente.
Cada sentido que despertabas dentro de mí fue perteneciéndote hasta que finalmente te quedases con todo. Sin darte cuenta me dejaste vacía, olvidándote de todo lo que hice por amarte, abandonándome a la vida solo con vagos recuerdos de noches ardientes en las que nos juramos amarnos hasta morir. Ahora sé cuanta mentira poseía aquel juramento, solo porque mi alma ha muerto y aun así te sigue perteneciendo.
Recuerdo el día que te dije que lo que sentía por ti no era querer, sino amar, pero qué decir si esos sentimientos se incrementan, ¿de qué hablamos entonces? Supongo que al llegar ese momento todo va virando hacía el camino de la tortura, del dulce tormento que supone la sensación de dependencia a otro, de la plena pertenencia hacia la persona que hasta hacía poco creías que amabas, aunque ese sentimiento haya quedado en la más absoluta trivialidad. Llegaría a ser injusto que estuviésemos adjudicando dicho concepto a ese otro sentimiento, porque éste va mucho más allá, más allá de lo que al menos yo ahora pueda comprender y abarcar, puede que por ello esté dándole continuas vueltas a algo que ni siquiera sé si podrá tener salida. Lo único que mantengo de todo es la terrorífica sensación de haberme subyugado a tu persona, dándome cuenta que no quería perderte, que en estos momentos no podía aceptar que un día dejases de quererme.
A partir de entonces, cada no que salía de mi boca no era más que un te amo a gritos. Cada mal gesto que te dedicaba no era más que un ámame hasta entregarlo todo. Cada desplante, una llamada de atención, y sin embargo, entendiste tan poco todo lo que trataba de transmitirte”.
PD: Dedicado a aquellos que me creyeron incapaz de amar, para los que sin más pensaron en mi insensibilidad como una cualidad inherente a mi persona, pero sobre todo a ese 21 de febrero, a ese día que despertó más sentimientos en mí que cualquier otro, justo el día que volvía a verte.
Cada sentido que despertabas dentro de mí fue perteneciéndote hasta que finalmente te quedases con todo. Sin darte cuenta me dejaste vacía, olvidándote de todo lo que hice por amarte, abandonándome a la vida solo con vagos recuerdos de noches ardientes en las que nos juramos amarnos hasta morir. Ahora sé cuanta mentira poseía aquel juramento, solo porque mi alma ha muerto y aun así te sigue perteneciendo.
Recuerdo el día que te dije que lo que sentía por ti no era querer, sino amar, pero qué decir si esos sentimientos se incrementan, ¿de qué hablamos entonces? Supongo que al llegar ese momento todo va virando hacía el camino de la tortura, del dulce tormento que supone la sensación de dependencia a otro, de la plena pertenencia hacia la persona que hasta hacía poco creías que amabas, aunque ese sentimiento haya quedado en la más absoluta trivialidad. Llegaría a ser injusto que estuviésemos adjudicando dicho concepto a ese otro sentimiento, porque éste va mucho más allá, más allá de lo que al menos yo ahora pueda comprender y abarcar, puede que por ello esté dándole continuas vueltas a algo que ni siquiera sé si podrá tener salida. Lo único que mantengo de todo es la terrorífica sensación de haberme subyugado a tu persona, dándome cuenta que no quería perderte, que en estos momentos no podía aceptar que un día dejases de quererme.
A partir de entonces, cada no que salía de mi boca no era más que un te amo a gritos. Cada mal gesto que te dedicaba no era más que un ámame hasta entregarlo todo. Cada desplante, una llamada de atención, y sin embargo, entendiste tan poco todo lo que trataba de transmitirte”.
Fragmentos de Cartas para un desahogo.
PD: Dedicado a aquellos que me creyeron incapaz de amar, para los que sin más pensaron en mi insensibilidad como una cualidad inherente a mi persona, pero sobre todo a ese 21 de febrero, a ese día que despertó más sentimientos en mí que cualquier otro, justo el día que volvía a verte.
5 comentarios:
La mejor forma de no olvidar a nuestros seres queridos, es no dejar de amarlos nunca.
Los edificios arden, las personas mueren pero el amor verdadero... Es Para Siempre
Joder!!!
Solo eso, me he quedado sin palabras.
No qué decir ante todo esto, es dulcemente maravilloso.
Una cosa más, de quien es ese libro, me gustaría leerlo.
Un saludo
Me ha encantado esta entrada, es precioso el fragmento! Yo también quiero saber de quién es. Precioso Rochi. Un saludo.
Enhorabuena, Roxy, no esperaba menos de ti. Ya era hora de que soltases lo que llevas dentro, eso de lo que nadie dudaba pero que ninguno hasta ahora (creo) habíamos visto. Sigue así. Me gusta leer estas cosas. Muchos besos y ánimo, wapa!!
Que intenso , me a encantado, y pensar que ese sentimiento se habia olvidado , se me han puesto los bellos de punta, que sepas que seré fiel a tu libro por que sé que aprendere mucho de ti. Besos guapa..........ADELANTE PUEDES CON TODO
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