lunes, 5 de febrero de 2007

Espontaneidad encantadora.

Ossessione (1943). L. Visconti

ossessione

Un cine marcado por los devastadores pasos de una guerra que sumió al mundo en una de las etapas más oscurecidas de la historia contemporánea, que usaba la continua falta de información como medio de control sobre el ser humano. Todo ello, unido a la inestabilidad generada por un sentimiento de destrucción y decadencia, se convierte en el punto de partida de una de las corrientes cinematográficas más carismáticas de la historia del séptimo arte, el Neorrealismo Italiano, cuyos principios fueron fundados en un interés por resaltar la falta de moral en una sociedad que parecía no querer ver la cruda realidad.

Y es en plena guerra mundial, sin temer las represión ejercida por una austera censura y con pocos recursos, otro rasgo característico de esta corriente originada en Italia en la década de los cuarenta, donde Visconti, uno de los fundadores del movimiento, decide rodar su Opera prima, Ossessione, tomada como precedente de la serie de películas que formarán el Neorrealismo. Con este título, Visconti, nacido sin embargo dentro del ambiente aristocrático que asimismo solía criticar, toma su primer contacto en la dirección cinematográfica, trasladando a las orillas del río Po la obra de M.Cain El Cartero siempre llama dos veces, trasladada al cine en 1937 por Pierre Chenal, adaptador de otras grandes obras de la literatura como Crimen y Castigo.

Un amor a escondidas producto de un adulterio, la muerte y el sentimiento de culpa, son los ingredientes de Ossessione que establece en la pantalla la historia de unos amantes que pactan asesinar en un accidente de coche al marido de ésta como única salida para dar rienda suelta su relación. Es este asesinato, el que da pie a un deterioro del amor entre ambos que acaban por tomar sus respectivos caminos, concluyendo con un final trágico que presenta la crudeza en una historia que puede no resultar de todas convincente por una no muy buena interpretación de sus actores protagonistas, Clara Calami y Massimo Girotti, pero que consigue encandilar al público por esa espontaneidad consciente que le confiere esa naturalidad que acaba por convertirla en una de esas películas que no se olvidan fácilmente.

Se abre con ella la veda de un cine a medio camino entre el relato y lo documental como medio idóneo para llevar a la pantalla los desastres de un periodo que sigue llenando de contenido, no siempre con la misma fuerza y acidez, los filmes de nuestros días, demostrando la influencia de unos cineastas que no se interesaron en mostrar lo que hubiese más allá “del vaso”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un besito muy grande de parte de Juan y mios. Esperemos que la inventiva no se agote sino que se transforme.
Buen viaje!!!