domingo, 25 de marzo de 2007

Les glaneurs et la glaneuse.

Los espigadores y la espigadora. A. Varda (2000).

Unas manos, una cámara y todo un discurso acerca de la fugacidad del tiempo y su arrolladora realidad, consiguieron encaminar a este discurso hacia la vereda de lo experimental y reflexivo, iniciando con ello un nuevo subgénero cinematográfico al convertir su obra en una especie de diario personal en imágenes.

A.Varda se introduce con este título en un arriesgado proyecto con el fin de provocar un acto de reflexión conseguido con creces por el dominio que hace de la retórica, no solo sobre un aspecto de la realidad francesa, sino también esa perfecta extrapolación al propio género documental donde podríamos encuadrar esta obra, desmontando una por una todas las bases que sustentaban la rigurosidad extrema defendida por los puristas en el documental tradicional. Supone al mismo tiempo todo un ejemplo fehaciente de documental en la era moderna al evidenciar tanto en su forma como a través del profundo contenido en el que se apoya, su imagen de marca, logrando inmiscuirse sutilmente en su propio discurso, convirtiéndose a si misma en un personaje más dentro de la narración.

Un grupo de jóvenes recolectores de basura para su consumo y reciclaje, convence a la autora de títulos tan memorables como Cleo de 5 a 7 (1961), para llevar a cabo una metáfora sobre el propio cine, más especialmente al concepto de no-ficción, un concepto a través del cual quedaría mejor definida la obra de la artista belga.


los espigadores, rocio

Huyendo como a lo largo de su carrera de imágenes basadas en la espectacularidad pero carentes de todo significado en el conjunto de sus metrajes, Los espigadores y la espigadora va encaminando sus pasos hacia un cine ensayo que evidencia las reflexiones de una Varda madura y constante con el paso de los años, que consigue captar la atención de aquellos que se ponen frente a unas imágenes que dicen más de lo evidente. Es entonces, cuando reconocemos a la misma realizadora de obras como La Felicidad (1965) o Una canta y la otra no (1971), en las que el debate y la preocupación por la propia persona forman un núcleo esencial dentro de sus títulos, donde sus protagonistas se convierten en los rostros visibles de toda una Varda que desde el principio vislumbró a los críticos con su sentido personal del cine. Y es que la de Bruselas sabe elegir con qué temas tratar.

Sin embargo, esto no es todo, su creatividad aun llegaba a más, demostrando con Dos años después (2002), un documental que reflexiona sobre las repercusiones surgidas a partir de su anterior discurso, conformando una meta-reflexión no sobre los modos documentales y la propia evolución que había que reafirmar, sino que se transforma en una enorme caja donde se reúne gran parte de su filmografía, aunando en hasta el momento su último título gran parte del pensamiento de la que se iniciaba en el cine por los sesenta. Descubrimos de esta forma a una directora de cine, a una creativa con toda la valoración que conlleva dicho concepto, pero sobre todo nos encontramos con unas constantes apuestas sobre los límites del cine y la delgada línea que separa los distintos géneros, dejando volar un pensamiento que no podía limitarse a vivir entre fácilmente definido.

4 comentarios:

Lucía del Ara dijo...

Me encantó este documental porque me enseñó muchas cosas, tanto conceptuales como sobre la reflexividad de una cámara y la vanalidad de la técnica frente a un argumento interesante. No hace falta tanto dinero para vivir como uno quiere!

Un besote Ro!

Anónimo dijo...

Niñata, ¡Qué grande eres!

Anónimo dijo...

Ay, qué bonitos recuerdos no trae esto de los felices años en la facultad, verdad, Ro? A ver si escribes algo de "Antes del amanecer/atardecer", vale???? jeje!
Un besazo! *JM*

Anónimo dijo...

Huy, sorry, quise decir "nos trae" y no "no trae"... un fallito de nada... qué coraje que no se puedan modificar los mensajes...*JM*