lunes, 22 de septiembre de 2008

Un poeta con alas de pintor


Impresionada e incluso extasiada, puede que sean los adjetivos que mejor pueden definir mi actitud frenta a la obra de uno de los pintores que más han influido en mi breve e incompleta obra narrativa.
Y es que Chagall, ese ruso afincado en París, posee toda una obra repleta de metáforas sobre el nacimiento, el amor o la muerte, rodeándolos a todos ellos de una áurea onírica que magnifica cada detalle de la obra del artista.


Unos trabajos cargados de recuerdos de lo vivido y lo soñado, han dado lugar a pinturas como la que hoy nos ocupa, Los amantes (1929), por la que puedo sentir una mayor debilidad. En ella, Chagall presenta a los protagonistas fundidos en un cálido abrazo, al tiempo que los funde con un paisaje de ensueño al mostrarlos sumidos en una casi imperceptible levitación que al mismo tiempo los aisla de todo lo demás, como si los amantes perteneciesen a ese otro mundo mágico tan presente en la obra del pintor. Asímismo, también este cuadro puede introducirnos en toda esa recreación de lo mágico y lo fantástico que han podido aportarle toda esa seña de identidad tan personal y sublime.

Todo esto, que puede parecer en principio todo un batiburrillo de fusiones y aislamientos que pueden inducir al lector a una idea equivocada sobre la contrariedad de ambas características, fue lo que convirtió a Chagall en ese artista individualista capaz de encontrar su propio lenguaje formal en unos años en los que la corriente cubista estaba más que establecida entre los artistas. Sin embargo, la rígida disposición geográfica de este mismo movimiento, fue lo que alejó al ruso, que intentó mantenerse fiel a ese desligamiento de corrientes con técnicas preestablecidas y carentes de esa libertad total en la expresión artísitca.

Por ello, toma su tradición rusa como punto de origen en su obra, tanto en el contenido como en la utilización de las técnicas empleadas para las formas y el color, provenientes del judaísmo oriental y que son los que ofrecen ese rasgo inconfundible en toda su obra, consiguiendo siempre introducir al que los contempla en ese universo fantástico por el que siempre sintió predilección.

En palabras de Henry Miller, "es un poeta con alas de pintor".