Repartida la sangre de manera irregular por mis venas,
mi corazón bombea a una velocidad casi imperceptible.
Sólo una pequeña cantidad de sangre empujada con escasa fuerza hasta el cerebro,
originan mi único pensamiento,
áquel que me acerca a una inquietud permanente,
viéndome a secas, sin expresión alguna,
haciendo que cada minuto sea un interminable camino,
que, cuesta arriba, parezco querer abandonarme en su comienzo.
Y en un momento en el que consigo trabajar el "anti-pensamiento",
te veo a ti, tendiéndome tu mano, tu alma.
Me cuesta reconocerte entre mis escasas fuerzas.
Pero entre toda mi confusión,
consigo adivinar tu pelo,
áquel que siempre conocí recogodio en tu particular moño.
Entonces, me basta con oír tu voz amable,
para conseguir llegar a una emoción desbordante,
a la que sólo consigo llegar si soy capaz de sentir tu bienestar.
A la del moño...
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