Te acercaste a mí pensando que el verde de mis ojos te
darían alegría,
Y con sólo mirarme de cerca comprobaste la negritud que
asumían.
Viniste a mí pensando, que bajo mi pálida tez encontrarías
ternura,
Y con sólo tocarme, te diste cuenta que tan sólo servía para
revestir mi amargura.
Quisiste saber que había tras el botón de mi camisa,
Esperando amor y deseo,
Cuando tras ella solo pudiste conocer lo que encierra un alma turbia.
En mis brazos quisiste refugiarte y con solo llegar
estuviste a punto de ahogarte.
Pasaron los días y tus ojos insistieron,
Pero mi corazón ya hacía tiempo que estaba podrido.
Aún así, de mis labios quisiste oír un te quiero,
Y sin embargo, sólo oíste un atroz adiós.
Un adiós cargado de miedo, porque en tu pecho hallé el
escondrijo en el que siempre quise evadirme.
Porque el mundo sólo con existir me aplacaba,
Porque a nada nunca le vi sentido.
Pero en lugar de hablarte de mí,
Preferí que tras estos instantes, me vieses partir.
1 comentario:
Porque no hay convicción sin llegar hasta el final de toda sinrazón...
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