Me vendí al mejor postor, antes de que ni siquiera acabara de explicarme su oferta. Entregué mi pensamiento a un concepto en el que no creía, porque me prometieron que acabaría aceptando el devenir del mundo.
Me senté a solas frente a mi imagen reflejada en el espejo. Ella fue la que sentó los puntos sobre las íes, la que acentuó las banas palabras acabadas en -e, la que desfiguró una realidad que llegué a sentir factible, la que convirtió su calor en frío, la que tradujo las esperanzas en rocosos caminos recorridos por mis pies descalzos, la que mostró la crueldad del "auto-convencimiento" al esperar algo mejor.
- Imagen, estás maldita -
Como respuesta, lanzó sus garras hasta arrancarme el alma. Tu condena, el ser consciente de haber "protituído" todo lo que realmente fuiste.
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