jueves, 28 de junio de 2012

Ton amour, ma paix...




Tu es l'homme qui me donne,
la paix pour vivre dans ma folie.
Tu es l'homme qui me donne,
tout l'amour pour comprendre le monde.
Tu es l'homme qui me donne,
tout l'amour, tout l'amour, tout l'amour...
Je veux savoir si tu m'aimeras,
si tu m'aimeras pour toute ma vie...
Je veux savoir si tu resteras avec moi,
parce que parfois ma personne est cruelle,
et mon âme, très bizarre.
Mais je te promets que je vivrai par notre passion,
que je ressusciterai notre feu,
parce que tu es l'homme tranquille,
qui me parle pour pouvoir supporter,
les incohérences de la vie.
Tu es l'homme qui me donne,
tout l'amour, tout l'amour, toute ma vie...


miércoles, 20 de junio de 2012

Tu risa, mi bote salvavidas...



El sentimiento más bonito que creí en mi vida fue el de verte al nacer. Sentí cosas que nunca había sentido al verte allí, tan sumamente frágil, con un jersey amarillo que la mayor de tus tías tejió a mano para ti. ¡Me diste vida! ¡Cuál extraño era aquel sentimiento en mí! Tan pequeño, tan frágil, tan alejado de toda realidad y aportando tal cantidad de vida con cada aliento que salía de tu pequeño cuerpo.

Sin darme cuenta, desde ese justo momento, te convertiste en un motor esencial de mis días, de mi vida, de mi alma.

Nuestro primer encuentro... ¡qué recuerdos! Momentos en los que aún temía cogerte entre mis garras, aquellas que solo tú convertiste en suaves manos a las que agarrarte en tus primeros pasos. ¡Qué sensación tan maravillosa la de aquel día al oír tu corazón latir! Una sensación, vivida como la primera, otras cinco veces más a lo largo de estos casi trece años. Una nueva llegada, este mismo sentimiento.

Empecé este relato diciendo que creí que verte al nacer sería la mejor de las sensaciones, y en ese momento lo creía, porque a día de hoy nunca nada podrá ser comparado a ser tu cómplice y verte crecer. Porque te has convertido en una gran parte de mi vida, porque nunca me imaginé que el tiempo me pudiese dar tanto, porque me faltan las palabras cuando escucho tu risa, la misma que con su recuerdo, me rescata de un hondo océano en el que sin saber nadar, sin ti, me cuesta tanto salir...

Dedicado a aquellos 6 corazones que la vida me ha regalado.


martes, 19 de junio de 2012

Días de horror y desconcierto



Fotograma de The Turin Horse, Bela Tarr.


Luché sobremanera por salvar ese honor,
pero el honor no existía y todo fracasó.

Sólo vi el desierto y su inmensidad,
y su falta de agua me hizo llorar.
Pensé que moría en su profundidad,
pero llegué a un oasis en el que respirar.

Lo que consideraba como princesa real,
me volvió la cara y vi a una bruja brutal.

Así yo perdí las ganas de encontrar,
a la princesa mutada en bruja fatal.
Mordí su manzana y podrida la hallé,
dando por perdida toda su fe.

Los días pasaban y yo demostré,
que el castillo era arena, y la bruja, muy cruel.

Mi alma crecía y no pudo evitar,
gritar desde lejos toda su maldad.
Salí del castillo y el tiempo me dio,
lo que nunca quisiste hacer real.
Salí de aquel barro y volví a encontrar,
mis inmensas ganas de volver a soñar.


sábado, 16 de junio de 2012

CONVERSACIONES CON ALE…


      –  ¡Cuánto tiempo! Y tiene que ser aquí, en la entrevela de mis sueños. Cuántas cosas de las que hablar, que contarnos, que revelarnos.  No tiene sentido empezar esta conversación con un “qué tal”. Sería una pérdida de tiempo en esta nueva oportunidad de reencontrarnos. Ya te veo bien, has conservado como nadie tu blanca tez infantil, aunque tus ojos cuentan con una madurez extrema. No obstante, qué más da todo esto, tengo tantas cosas que decirte.
      
      Mientras mi sorpresa se mantenía, él trataba de tomarse su yogur con cierta parsimonia, mientras de forma extraña, para él nuestro encuentro no fue de la misma sorpresa. Parecía haberme visto ayer, y su actitud, guardaba ese dulce aire que desde siempre le conocí, con una espontaneidad que en pocas personas he visto. Simplemente, me miró, sonrió y siguió atento a mi charla.

– Ante todo me pesa, nuestra no despedida, el haber tomado caminos tan dispares sin apenas un adiós. Yo, tuve que quedarme aquí. Tú, emprendiste un camino del que apenas tú sabes cómo te ha ido. Esa conversación que no llegamos a tener, aún a día de hoy me pesa. Quizás debería haberte mostrado mi cariño antes de partir, pero creo que, incluso tú, te quedaste a la espera. No creas que por eso no me importaste, o que tu nueva vida no me interesó, quizás me negaba a ese alejamiento forzoso al que el tiempo nos sometió sin remedio; o quizás, simplemente, no sabía que tu partida fuese tan inmediata. El caso es que no pudimos hablar, y este encuentro está siento para mí todo un alivio para el alma.
Veo que te va bien, que has sabido adaptarte a tu nueva vida. Estoy sumamente sorprendida que, a tu pronta edad, hayas sabido tomar tan bien las riendas.


–  ¿Las riendas? – Sonreíste – Pero, si ni siquiera sé qué son, ¿cómo las voy a tomar bien?

      – Las riendas, no son más que el inmenso camino que decidiste tomar. Sólo es eso, sólo, que en este caso, quiere decir mucho. ¡Qué orgullo de hermana pequeña! ¿Has visto qué bien lleva sus estudios? ¡Está creciendo como nadie, casi es ya más alta que yo. Aún así, ver su risa, me hace recordar la tuya. Me recuerda mucho a ti y al tiempo que los tres compartimos. ¿Te acuerdas?

      – Me acuerdo de tu terraza, aquella en la que mi madre nos tenía que dar de comer porque sólo pensábamos en jugar contigo, en estar cerca de tu madre. Recuerdo tu azotea, y sobre todo tu cuarto, en el que me ponías a dibujar para que estuviese callado para que así pudieras estudiar. ¡Vamos a jugar al cole! me decías, y yo, como todo lo que hacía contigo, asumía como algo divertido de lo que disfrutar. Eso es con lo que debes quedarte, con mi buenos recuerdos de los momentos que pudimos compartir, todo lo demás, queda ya lejos, y no tiene sentido darle una vuelta más.
   
      – Quizás tengas razón, o al menos, parece bastante coherente oírlo, pero hay cosas que no podemos dejar atrás, superarlas o inclusive aprender a vivir con ellas. Y esta es una de esas situaciones. Los buenos momentos, esos los tengo bien guardados es mi particular baúl que es mi cabeza, no obstante, se repiten no solo los buenos, sino también aquellos que, simplemente, no pudieron ser. ¿Aprender a vivir con ellos? ¿olvidarlos? ¿dejar que pesen en mí? Eso para mí es imposible, e incluso, se han visto reforzados con nuestro inesperado encuentro. ¿Sabes qué? Tengo que decirte una cosa y es que, me sorprende que, conservando aún ese rostro, esa forma infantil que te define, tus pensamientos, tu forma de hablar han madurado incluso más que yo. Siempre supe que para ciertas cosas fuiste un niño bastante adelantado para tu edad. Asumiste tu senda impuesta como nadie, y aún hoy, pareces haberte acostumbrado a ella. Toda una lección la que acabas de darme, pero ya me conoces, soy difícil de convencer.
-      
      – No es convencimiento, es racionalizar lo que vives.

¿Perpleja? Esa no era la palabra que definía mi actitud frente a la suya, frente a toda esta conversación. Para mí siguió siendo uno de mis niños preferidos, y me cuesta tanto oírle hablar así. Es como si me faltase alguna otra explicación para este momento, esta conversación, me faltaba no ver tanta madurez en su mirada. Supongo que necesitaba ver en él, que sus días allá donde fue, no lo habían cambiado tanto. Sólo se madura a golpes en la vida, y quizás esa consistencia al hablar me hacían sentir que el gran golpe de su vida, acabó por interrumpir la única etapa de la vida en la que se es puro, la infancia. Pero en ese momento, una mariposa cruzó cerca de su nariz, tiró sin remedio aquel yogur casi vacío, mientras sonriendo, le vi de nuevo marchar tras esa mariposa. No se volverá a repetir, lo presiento y aún, me quedan tantas cosas por contarle…


lunes, 11 de junio de 2012

Reescribiendo sensaciones




Te acercaste a mí pensando que el verde de mis ojos te darían alegría,
Y con sólo mirarme de cerca comprobaste la negritud que asumían.
Viniste a mí pensando, que bajo mi pálida tez encontrarías ternura,
Y con sólo tocarme, te diste cuenta que tan sólo servía para revestir mi amargura.
Quisiste saber que había tras el botón de mi camisa,
Esperando amor y deseo,
Cuando tras ella solo pudiste conocer lo que encierra un alma turbia.
En mis brazos quisiste refugiarte y con solo llegar estuviste a punto de ahogarte.
Pasaron los días y tus ojos insistieron,
Pero mi corazón ya hacía tiempo que estaba podrido.
Aún así, de mis labios quisiste oír un te quiero,
Y sin embargo, sólo oíste un atroz adiós.
Un adiós cargado de miedo, porque en tu pecho hallé el escondrijo en el que siempre quise evadirme.
Porque el mundo sólo con existir me aplacaba,
Porque a nada nunca le vi sentido.
Pero en lugar de hablarte de mí,
Preferí que tras estos instantes, me vieses partir.

domingo, 10 de junio de 2012

... las consecuencias de lo que hiciste...




Me vendí al mejor postor, antes de que ni siquiera acabara de explicarme su oferta. Entregué mi pensamiento a un concepto en el que no creía, porque me prometieron que acabaría aceptando el devenir del mundo.

Me senté a solas frente a mi imagen reflejada en el espejo. Ella fue la que sentó los puntos sobre las íes, la que acentuó las banas palabras acabadas en -e, la que desfiguró una realidad que llegué a sentir factible, la que convirtió su calor en frío, la que tradujo las esperanzas en rocosos caminos recorridos por mis pies descalzos, la que mostró la crueldad del "auto-convencimiento" al esperar algo mejor.

- Imagen, estás maldita -

Como respuesta, lanzó sus garras hasta arrancarme el alma. Tu condena, el ser consciente de haber "protituído" todo lo que realmente fuiste.




sábado, 9 de junio de 2012

Tu moño, mi referencia en el camino.







Repartida la sangre de manera irregular por mis venas,
mi corazón bombea a una velocidad casi imperceptible.
Sólo una pequeña cantidad de sangre empujada con escasa fuerza hasta el cerebro,
originan mi único pensamiento,
áquel que me acerca a una inquietud permanente,
viéndome a secas, sin expresión alguna,
haciendo que cada minuto sea un interminable camino,
que, cuesta arriba, parezco querer abandonarme en su comienzo.
Y en un momento en el que consigo trabajar el "anti-pensamiento",
te veo a ti, tendiéndome tu mano, tu alma.
Me cuesta reconocerte entre mis escasas fuerzas.
Pero entre toda mi confusión,
consigo adivinar tu pelo,
áquel que siempre conocí recogodio en tu particular moño.
Entonces, me basta con oír tu voz amable,
para conseguir llegar a una emoción desbordante,
a la que sólo consigo llegar si soy capaz de sentir tu bienestar.

A la del moño...