viernes, 29 de abril de 2011

De frente.


La primera vez que fui consciente de la rapidez del paso del tiempo y de la soledad que con él podemos alcanzar, fue una noche de invierno. Aquel fue uno de esos días en los que me dio por hacerme la mayor e intentar dormir en una de las habitaciones que daban a la anterior azotea.

Miraba tras esa vieja ventana, que aun hoy sigue acompañándome en sueños, ese trozo de uralita que tras ella veía, alguna ropa tendida, y entre toda esa algarabía, una pequeña cuerda colgaba.

Entonces no pude olvidar aquellas palabras que se repetían en mi mente una y otra vez. Quizás fuese tan solo un sueño, pero si recuerdo que fue la primera vez que vi cómo es el miedo.

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