Hubo quien quiso definir al cine como el arte que llenaba sus vidas. Hubo quien quiso aportarle al séptimo arte valores como la pasión, pero también hubo personas que lo amaron como nunca se amaron así mismas, porque para cada una de ellas el cine lo era todo. El cine como recreación de una realidad hoy cuestionada en sus inicios, como fantasía e imaginación posteriormente, volviendo a la necesidad de plasmar la cotidianeidad a través de la pantalla, pasando por múltiples fases repletas de constantes experimentaciones en las que se innovaron con técnicas, formas y estéticas. En definitiva, unas etapas que mantuvieron lo esencial del cine, lo que lo hace especial, la posibilidad de reflejar al ser humano en su esencia, sus temores y sus virtudes, sus sueños, sus mediocridades, sus temores, todo; cualquier planteamiento tenía cabida en este nuevo universo fílmico.
Fue Saramago el que quiso equiparar los sueños al espejo, aludiendo que ambos daban el mismo resultado: La imagen del hombre frente asimismo, algo que el cine comenzó a hacer desde sus orígenes más remotos, desde aquellas impactantes imágenes de los hermanos Lumière en las que el día a día se adueñó de los pocos metros que por entonces ocupaba la película (La salida de los obreros de la fábrica, El desayuno del bebé, ...), hasta el día de hoy en el que, a pesar de lo que suele pensar mucha gente, las películas siguen absorbiéndonos, proponiéndonos de forma disimulada, sólo como él sabe hacerlo, que nos miremos a nosotros mismos, así como nuestras costumbres, provocándonos ciertas reacciones necesarias para la propia evolución del ser.
Por ello me considero una apasionada de esta forma tan exclusiva de expresión, considerándolo todo un deleite, eso sí, en aquellos títulos en los que mi alma, mi vida o cualquier rasgo de mi ser se sientan identificados, obligándome a tener que cuestionarme desde mi raíz.
El cine me enseñó a analizarlo todo hasta el mínimo detalle, entendiéndolo como ese arte capaz de reunir a todos los demás. Pero no siempre fue así, tuve que ir aprendiéndolo. Fue Bazin el que me hizo comprender a través de sus numerosos escritos muchas expresiones que equivocadamente no supe cómo entenderlas. Con Rossellini aprendí a valorar al cine en su contenido y no por las grandes sumas de dinero que en una película se invirtiese, demostrando el ímpetu de unos arriesgados títulos grabados ahora en plena calle sin apenas recursos. De Buñuel me quedé con la grandiosidad que aportaba en sus filmes a través de la fuerza del subconsciente como base en cualquier historia, tomando las teorías sadiana y freudiana como pilar en el trasfondo de sus filmes. En cuanto a la forma, fueron los expresionistas los que me llevaron por la senda de los extraños escenarios y angulaciones extraordinarias, una materia, esto último, que también caracterizarían años más tarde a otros grandes como Welles o Hitchcock, que sin duda contribuyeron a esa evolución que el cine imploraba en sus respectivas décadas. Pero sobre todo fueron los cahieristas los que me abrieron los ojos a una nueva realidad que ya no atendía a técnicas normalizadas, proponiendo un cambio basado en la creatividad personal. Habían sido ellos los que me descubrieron que el cine es algo más que ese conjunto de imágenes y sonidos que lo componen. Sin ir más lejos ellos iniciaban el proceso en el papel, con unas críticas escritas desde la sabiduría que aporta un espectador exigente con una amplia cultura cinematográfica a sus espaldas, una exigencia analítica que provocó un vuelco en lo que hasta entonces se conoció, defendiendo un cine basado primordialmente en la libertad frente a lo pre-establecido.
A pesar de mis años, crecí con sus películas, al igual que aprendí con sus escritos, amando un cine, ahora desde la perspectiva del análisis, escribiendo relatos como este que me ayuden a seguir el camino que estos cineastas ya marcaron, reivindicando una parte esencial del propio proceso cinematográfico, una etapa del conjunto fílmico raras veces bien entendida para la que lanzo mi defensa personal, intentando promover con mis escritos la parte también esencial que la crítica supone, alejando al crítico de esa visión de juez sentenciador que la mayoría les atribuyen anulando así, o al menos eso creo, la función primordial para la que esta figura se hizo asímisma. Y es que sin ellos, ¡hubiésemos dejado pasar tantos detalles y matices inapreciables para cualquiera y tan esenciales para entender toda esta historia en su totalidad! Sin olvidar claro está, toda aquellas figuras que me llenaron tanto y que sin ellos, no hubiese podido conocer.
3 comentarios:
Me encanta ver que el cine sigue creando sensaciones, sentimientos. Esa fue la razón por la cual decidi que dedicaria mi vida a ayudar a contar historias. Queria sentirme parte de ese engranaje y saber que soy capaz de comunicar, de expresar, de hacer reir, llorar, odiar, de hacer reflexionar.
QUE GRANDE ES EL CINE
Un besito Hikiko y sigue asi.
Ánimo Ro, sigue así. Aunque las entradas son extensas, la lectura es muy fluida y no se pierde uno entre subordinaciones. Escribí antes un supercomentario, pero me ha dado error y ya no puedo recuperarlo! Solo decirte que escribas más sobre televisión!
O sobre la web, que hay mucha cultura en la red! Los blogs son un ejemplo de ello...
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