Cuando el sol nace, tu cuerpo amanece cansado. La misma rutina, el mismo runrún que anoche no te dejaba dormir, vuelve a ser inmediato.
Mientras, sacas tu cuerpo del calor de la mantas, pones los pies sobre el suelo y una voz te repite: "de nuevo el mismo proceso". Entonces vas al baño, te lavas la cara y corres a por un café caliente, que sea capaz de, al menos, espabilar esa parte del cuerpo que se niega a seguir un día más, así, como si nada.
Entonces te sientas en tu sillón, aquel en el que el frío hace de las suyas y tus pies se paralizan. Te pones frente al televisor apagado, donde puedes ver tu reflejo, los años no pasan en balde para nadie, para ti tampoco. Tus ojeras te preguntan porqué estas mismas acciones las repites mañana tras mañana y como no tienes respuesta, pulsas el botón que activa la pantalla y comienzas a escuchar barbaridades que te recuerdan que todo va a peor…
Con desencanto y resignación, vuelves a dejar el sillón, es hora de salir al exterior, es lo que "debes hacer". Y allí, queda la silueta de tu cuerpo, en aquel sillón en el que dejas tu alma, porque ella, ya no está dispuesta a seguirte en esta sinrazón.
1 comentario:
Increíble... Hacía tiempo que buscaba estas palabras que expresaran aquello que mañana tras mañana -también- me ocurre a mi... (¿podemos cambiar?).
Me gustó mucho tu sitio, si no te importa, echaré un vistazo por entradas anteriores.
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