Los paraguas de Cherburgo, Jacques Demy (1964).
No podía ser otro más que Demy, el que se atreviese con tal proyecto. No podía ser otro tiempo más que en la década de los sesenta. Y por supuesto, no podía ser más que una de las tantas joyas que el nuevo cine francés de los sesenta dejó tras su paso.
Todo este entramado, que en un principio puede resultar poco convincente, queda afianzado no solo por el género, un drama romántico musical, sino por todo el planteamiento que la hicieron posible. Con un diálogo íntegramente cantado, con un uso de la técnica del color saturado de Raoul Coutard, que ya pondría de moda en los filmes del propio Godard, unido a todo un reparto entre el que destaca una por entonces jovencísima y casi celestial Catherine Deneuve, sirven como gancho a lo largo de apenas 92 minutos que dura el musical en el que, lejos de caer en un planteamiento empalagoso, nos enseña e incluso deja intuir en ocasiones, toda una lección de dominio del lenguaje cinematográfico.
Al son de una gran banda sonora, entre la que cabría resaltar el tema principal del filme Je t'attendrai, la cámara comienza un seguimiento de los personajes a los que reinventa con movimientos que los hacen danzar al son de cada uno de los sentimientos que se nos muestra al espectador. Con ello, Demy consigue un tratamiento innovador al ser capaz de equiparar el estado amoroso con una situación de ensueño que llega a elevar a los protagonistas que aparcan todo en pro de un amor que no acaba siendo más que una historia interrumpida por el propio destino de los personajes al que finalmente se abandonan, resignándose a la frialdad de un último encuentro.
Hasta entonces, pocos eran los musicales surgidos del centro de producción cinematográfica europea. Fue la admiración del propio Demy hacia directores hollywoodienses como Minelli, que contaba con un dominio del género musical, lo que derivó en este inusual tratamiento para un drama romántico tan amargo como real, que se ve a fuerzas intensificado por una fotografía que nada tiene que ver con el mismo director de Lola (1960).
Los Paraguas de Cherburgo es la encargada de abrir la veda a otra serie de musicales en la intensa filmografía de quien la dirige, entre los que destacan Las señoritas de Rochefort, un musical alejado de la acidez que caracteriza a su antecesora, pero que asimismo cuenta con el respeto de público y crítica y en el que vuelve a contar con Deneuve a la que convierte en una de sus actrices fetiche.
Sea como fuere, es ésta una cinta que se agradece y se disfruta, que sorprende y que atrapa, que seduce y embelesa, dejándose fluir con una ágil concordancia entre cada uno de los componentes del filme, convirtiéndola en uno de esos títulos esenciales a disfrutar de un siempre inolvidable Jacques Demy.
Escrita y dirigida por uno de los representantes de esta nueva ola francesa, la cual habría que nombrar a viva voz, Los paraguas de Cherburgo narra la historia de Geneviève, una joven de 16 años, que trabaja en la tienda de paraguas de su madre en la ciudad de Cherburgo. Tras varios coqueteos, la joven queda prendada de un mecánico de coches, Guy, con el que comienza una intensa relación en contra de los deseos de su madre viuda, que intenta convertir a su hija en la esposa de un millonario que las saque de la difícil situación económica por la que ambas están pasando. Sin embargo, Guy es alistado con motivo de la guerra de Argelia, a la que parte sin saber que Geneviève está embarazada. Dos años sin respuesta son suficientes para que Geneviève haga caso omiso a su madre, casándose con un vendedor de joyas que asume la paternidad del bebé.
Todo este entramado, que en un principio puede resultar poco convincente, queda afianzado no solo por el género, un drama romántico musical, sino por todo el planteamiento que la hicieron posible. Con un diálogo íntegramente cantado, con un uso de la técnica del color saturado de Raoul Coutard, que ya pondría de moda en los filmes del propio Godard, unido a todo un reparto entre el que destaca una por entonces jovencísima y casi celestial Catherine Deneuve, sirven como gancho a lo largo de apenas 92 minutos que dura el musical en el que, lejos de caer en un planteamiento empalagoso, nos enseña e incluso deja intuir en ocasiones, toda una lección de dominio del lenguaje cinematográfico.
Al son de una gran banda sonora, entre la que cabría resaltar el tema principal del filme Je t'attendrai, la cámara comienza un seguimiento de los personajes a los que reinventa con movimientos que los hacen danzar al son de cada uno de los sentimientos que se nos muestra al espectador. Con ello, Demy consigue un tratamiento innovador al ser capaz de equiparar el estado amoroso con una situación de ensueño que llega a elevar a los protagonistas que aparcan todo en pro de un amor que no acaba siendo más que una historia interrumpida por el propio destino de los personajes al que finalmente se abandonan, resignándose a la frialdad de un último encuentro.
Hasta entonces, pocos eran los musicales surgidos del centro de producción cinematográfica europea. Fue la admiración del propio Demy hacia directores hollywoodienses como Minelli, que contaba con un dominio del género musical, lo que derivó en este inusual tratamiento para un drama romántico tan amargo como real, que se ve a fuerzas intensificado por una fotografía que nada tiene que ver con el mismo director de Lola (1960).
Los Paraguas de Cherburgo es la encargada de abrir la veda a otra serie de musicales en la intensa filmografía de quien la dirige, entre los que destacan Las señoritas de Rochefort, un musical alejado de la acidez que caracteriza a su antecesora, pero que asimismo cuenta con el respeto de público y crítica y en el que vuelve a contar con Deneuve a la que convierte en una de sus actrices fetiche.
Sea como fuere, es ésta una cinta que se agradece y se disfruta, que sorprende y que atrapa, que seduce y embelesa, dejándose fluir con una ágil concordancia entre cada uno de los componentes del filme, convirtiéndola en uno de esos títulos esenciales a disfrutar de un siempre inolvidable Jacques Demy.
2 comentarios:
Pues si que está joven Catherine Deneuve, y celestial, casi tan celestial como tú. Muchos besos preciosa, y por cierto me gusta tu blog, lo que escribes y como lo haces, ya ves, me gusta todo.
Tengo muchísisisimas ganas de ver esta peli completa!! Vimos un trozo en la carrera pero me quedé con el gusanillo. Me ha encantado este post!!*JM* Un besito!
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