domingo, 20 de mayo de 2007

El momento que más temo.

fede blog

Qué difícil es decir adiós, sobre todo para el que se queda, no tanto para el despedido, sino para el que despide; es él, el que debe cargar con el peso del recuerdo, con el reencuentro constante de espacios y objetos que la evocan, con cada olor que desprendía y que ahora, parecen estar evaporándose.

Aun no te has ido y ya te echo de menos, repoblando mi memoria de los bellos momentos que compartimos haciendo del adiós una situación aun más difícil, al revivir cada vez que, ansiosa, esperabas mi llegada a casa, como siempre supiste hacerme reír, las veces que te dormías en mis brazos viendo una de mis películas o cómo me escuchaste recitar cada examen que tuve desde los 10 años. Sin darte cuenta viste cómo aprendí a multiplicar, a hacer mis primeros problemas de física, y atendiste a cómo las letras iban cobrando un valor esencial en mi vida, delegando en ellas, como de nuevo vuelvo a hacer en esta ocasión, todo el poder de mis sentimientos. Siempre tuve cierta facilidad para sonreír, la misma destreza que me faltaba para explicar con palabras el porqué de mis sonrisas, siendo consciente de que tú, eres una de esas razones.

Al mismo tiempo, y sin llegar a ser consciente y aunque nunca hayamos podido hablar de ello, sabía que te ibas quedando con todo, con cada río de la península, con cada rey español, con cada barbaridad surgida del mundo que nos ha tocado vivir, y de las reflexiones que algunos con cierta lucidez hicieron de la barbaridad que de por sí, comenzaba a ser la vida. Todo está guardado dentro de ti, de alguna manera veía como me entendías, asentando con placer a cada chismorreo que solo a ti te contaba, a cada sentimiento que sin más necesitaba sacar de mí.

Ahora sé que te vas, lo presiento, y quiero irme contigo, sean cuales sean tus planes de futuro, quiero estar allí tan solo para seguir admirándote. Pero soy tan cobarde… Supongo que finalmente acabaré aceptando esos recuerdos, acabaré por aceptar verte solo a través de ellos, arrepintiéndome día tras día por saber que te hubiese podido seguir y no haberlo hecho.

Y tú me dejas aquí, sé qué te vas y en el fondo sé que tú también lo sabes, lo noto en tus ojos al mirarme, lo delata tu expresión fatigada y resignada. Te irás y esta vez sin mí, o al menos eso creo, aunque aun puedas darme una sorpresa haciéndome saber que cuentas conmigo para tu nueva vida, tal vez no me venga nada mal descansar, al fin y al cabo, creo merecerlo. Sin embargo, presiento que no es así, que no serías capaz de incluirme en unos planes inciertos, arrastrando así mi vida hacia un camino que ni siquiera tú sabes a donde te llevará. Puede que por eso ronde constantemente por mi cabeza la idea del adiós, una palabra que entre lágrimas cuesta escribir, imagínate pues tener que hacerle frente.

Te noto decaída y aun así, a tu manera, intentas animarme, no fallándome hasta el final, cuando por fin, emprendas tu partida. Y yo tampoco quiero fallarte, de sobra sé lo poco que te gusta oírme llorar. Ni una lágrima derramaré en ese momento, ni tan siquiera un titubeo podrá intuir cada desconsuelo que emane de mi alma, dejando de nuevo que el silencio lo diga todo entre nosotros. El mismo silencio que nos acompañaba en las largas tardes expuestas al sol en la azotea, el que también nos acompañaba mientras jugábamos a contar musarañas tendidas en la cama de cualquier habitación, el mismo silencio que nos acompaña mientras escribo estas palabras. Solo nos quedará el silencio, con eso lo diremos todo, todo y nada más.


PD: Como última salida acudo a mis deseos como uno de esos ases que los magos guardan en sus mangas, manteniendo así la firme esparanza de que al final puedas arrepentirte. Quédate conmigo, lo necesito.

miércoles, 16 de mayo de 2007

El justo valor.

La entrada más corta.


portada

Desearía conocer el secreto de saber dar el justo valor a todo cuanto se posee o se comparte. El justo valor significa ser consecuente con el momento, con las circunstancias y con los sentimientos que emanan desde lo profundo. Sin embargo, es tan difícil hallarlo, casi imposible me atrevería a decir, y es que es tan difícil valorar un sentimiento, lo que cuesta un significado… en la mayoría de los casos nos cuesta incluso transmitirlo. Cuantas veces no habré oído dentro de mi propia cabeza, “si supieses lo que significa para mí”, pero ¿qué significa? ¿Acaso he llegado a entenderlo alguna vez?


Fragmento Cartas para un desahogo.

lunes, 14 de mayo de 2007

Y antes de empezar..., preparen los pañuelos.



Los paraguas de Cherburgo
, Jacques Demy (1964).

No podía ser otro más que Demy, el que se atreviese con tal proyecto. No podía ser otro tiempo más que en la década de los sesenta. Y por supuesto, no podía ser más que una de las tantas joyas que el nuevo cine francés de los sesenta dejó tras su paso.

Escrita y dirigida por uno de los representantes de esta nueva ola francesa, la cual habría que nombrar a viva voz, Los paraguas de Cherburgo narra la historia de Geneviève, una joven de 16 años, que trabaja en la tienda de paraguas de su madre en la ciudad de Cherburgo. Tras varios coqueteos, la joven queda prendada de un mecánico de coches, Guy, con el que comienza una intensa relación en contra de los deseos de su madre viuda, que intenta convertir a su hija en la esposa de un millonario que las saque de la difícil situación económica por la que ambas están pasando. Sin embargo, Guy es alistado con motivo de la guerra de Argelia, a la que parte sin saber que Geneviève está embarazada. Dos años sin respuesta son suficientes para que Geneviève haga caso omiso a su madre, casándose con un vendedor de joyas que asume la paternidad del bebé.


Todo este entramado, que en un principio puede resultar poco convincente, queda afianzado no solo por el género, un drama romántico musical, sino por todo el planteamiento que la hicieron posible. Con un diálogo íntegramente cantado, con un uso de la técnica del color saturado de Raoul Coutard, que ya pondría de moda en los filmes del propio Godard, unido a todo un reparto entre el que destaca una por entonces jovencísima y casi celestial Catherine Deneuve, sirven como gancho a lo largo de apenas 92 minutos que dura el musical en el que, lejos de caer en un planteamiento empalagoso, nos enseña e incluso deja intuir en ocasiones, toda una lección de dominio del lenguaje cinematográfico.

Al son de una gran banda sonora, entre la que cabría resaltar el tema principal del filme Je t'attendrai, la cámara comienza un seguimiento de los personajes a los que reinventa con movimientos que los hacen danzar al son de cada uno de los sentimientos que se nos muestra al espectador. Con ello, Demy consigue un tratamiento innovador al ser capaz de equiparar el estado amoroso con una situación de ensueño que llega a elevar a los protagonistas que aparcan todo en pro de un amor que no acaba siendo más que una historia interrumpida por el propio destino de los personajes al que finalmente se abandonan, resignándose a la frialdad de un último encuentro.

Hasta entonces, pocos eran los musicales surgidos del centro de producción cinematográfica europea. Fue la admiración del propio Demy hacia directores hollywoodienses como Minelli, que contaba con un dominio del género musical, lo que derivó en este inusual tratamiento para un drama romántico tan amargo como real, que se ve a fuerzas intensificado por una fotografía que nada tiene que ver con el mismo director de Lola (1960).

Los Paraguas de Cherburgo es la encargada de abrir la veda a otra serie de musicales en la intensa filmografía de quien la dirige, entre los que destacan Las señoritas de Rochefort, un musical alejado de la acidez que caracteriza a su antecesora, pero que asimismo cuenta con el respeto de público y crítica y en el que vuelve a contar con Deneuve a la que convierte en una de sus actrices fetiche.

Sea como fuere, es ésta una cinta que se agradece y se disfruta, que sorprende y que atrapa, que seduce y embelesa, dejándose fluir con una ágil concordancia entre cada uno de los componentes del filme, convirtiéndola en uno de esos títulos esenciales a disfrutar de un siempre inolvidable Jacques Demy.

sábado, 5 de mayo de 2007

Jackson Pollock. Vitalismo y arte



Es a princpios del siglo XX, y en gran parte gracias a nombres como Nadar o Stieglitz (fotógrafos norteamericanos impulsores del arte moderno en Nueva York), cuando el arte americano comienza sus primeros pasos hacia la emancipación de las corrientes artísticas europeas a las que muchos convirtieron en espejos en los que reflejar sus propias obras. Sin embargo, y cuando la autonomía comenzaba a ser un hecho, la Primera Guerra Mundial provoca un nuevo parón volviendo a la desconfianza frente al mundo del arte, considerando incluso que el arte moderno había muerto.

Nada podía presagiar que pocos años después, sería el Museum of Art de Nueva York, fundado en el mismo año de la crisis bursátil que arrastraría consigo al resto del mundo (1929), cuando empresas del sector privado vuelven a postrar sus intereses en los beneficios del mundo artístico, intentando potenciar así una nueva etapa desligada de todo cuanto ya comenzaba a suponer todo un problema, las comparaciones con el arte europeo.

Fecha clave, 1952, el Museum of Art estrena una exposición titulada Quince americanos, en la que por fin se presentan obras de grandes artistas americanos que dieron lugar a ese estilo propio que llegó a proclamar a la ciudad neoyorquina como centro mundial del arte moderno, desbancando a la que hasta entonces había estado defendiendo dicho título, París. Entre las obras destacaban nombres como los de Rothko, Still o Pollock, quien supo, este último, sorprender con su filosofía acerca de la expresión y el arte que posteriormente quedó fácilmente identificable en cada obra con las que Pollock influiría en las nuevas corrientes artísticas que fueron apareciendo.

Jackson Pollock (1912-1956), es considerado uno de los mayores exponentes de lo que se denominó como Expresionismo Abstracto. En él, el mismo acto de pintar pasaba a convertirse en gran parte del contenido de las obras, con la particularidad de transmitir de forma espontánea y directa el ánimo con el que el artista se enfrentaba a la hora de armonizar su arte.

A través de términos como el azar, la originalidad o la vitalidad, unido a un ferviente interés por encontrarse en el mismo acto artístico, se convierten en el punto de partida del Action Painting, técnica con la que Pollock, haciendo uso tan solo de un telar extendido en el suelo y latas de pintura que iban siendo descargadas o pinceles cargados de colorido, consigue su excepcional imagen de marca. Contando entre sus principales referencias a artistas como Siqueiros, muralista mexicano, o el arte surrealista de Miró o Picasso, Pollock lleva a cabo toda una serie de obras cargadas de un intenso contenido metafórico y simbolista que descubren la relación del hombre moderno con los tiempos que les tocó vivir, uno de los principios sociales que más atraían la actitud inquieta del inventor de dripping. Se descubren así una larga lista de cuadros de una densidad sorprendentemente cautivadora que incluso logra rodearlos de un cierto aura misterioso que bien podríamos intuir del estado de trance con el que el propio Pollock confesó pintar sus obras.

Frases de Jackson Pollock:
"Mi pintura no procede del caballete. Apenas extiendo mi tela antes de pintar. Prefieron clavar la tela en la dura pared o el suelo, sin bastidor. Necesito la resistencia de una superficie dura. En el suelo me siento más cómodo. Me siento más cerca, formando parte de la pintura, ya que de esta forma puedo andar alrededor de ella, trabajar desde los lados y encontrarme literalmente dentro de cuadro. Este método es parecido al de los pintores indios con arena del oeste.
Cuando estoy en mi cuadro, no soy consciente de lo que hago. Solo después de un rato de familiarización veo en qué he estado metido. No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, porque el cuadro tiene vida propia. Intento dejar que se exprese. Solo cuando pierdo el contacto con el cuadro, el resultado es un desastre. Si no es así, es pura armonía, un sencillo dar y tomar, y entonces el cuadro sale bien"